Los impuestos son el dinero que todos, ciudadanos, familias y empresas debemos pagar al Estado para que éste lleve a cabo todas sus funciones ya sean prestación de servicios, administración, infraestructuras, etc. Ya lo dijo alguien muy sabio: “Las dos únicas cosas ciertas en esta vida es que vas a morir y que pagarás impuestos» (Benjamin Franklin)
Hay impuestos directos como los que se pagan por la renta percibida o los ingresos empresariales, por las propiedades que poseemos, por los documentos que necesitamos de la administración, etc. y hay impuestos indirectos como el sobreprecio que pagamos por las cosas que compramos o los servicios que adquirimos (I.V.A).
Como los estados son insaciables nos cobran impuestos por todo, si hacemos una transacción, si compramos un coche, por circular por las calles, si heredamos algo de nuestros familiares, si compramos una casa, si la vendemos, o simplemente por disfrutarla.
Hay impuestos regresivos, aquellos que se cobran a todos por igual, seamos ricos o pobres, como el IVA. Esto implica que el pobre (nunca mejor dicho) cuando compra un artículo o producto debe pagar una proporción mucho mayor del dinero disponible que la persona rica o adinerada al comprar ese mismo artículo. Esto es algo injusto y absurdo.
Los impuestos progresivos, por el contrario, dependen de lo que ingresa una persona o empresa. Los que más dinero ganan pagan más que los que ingresan menos. Con ello los gobiernos intentan distribuir la riqueza más equitativamente aunque, a veces, cuando se pasan un poco lo que hacen es ahuyentar las inversiones hacia otros lugares menos sangrantes.
Y cuando por afán recaudatorio aumentan los impuestos al consumo como el IVA lo que sucede al final es que en lugar de aumentar la recaudación disminuye pues también lo hace el consumo.
Los impuestos han existido desde que el hombre salió de las cavernas y se organizó un poco. Hay pruebas de que los antiguos sumerios y otras civilizaciones antiguas ya pagaban impuestos. Nadie se libraba de ellos.
Existe un texto sumerio de hace más de cinco mil años que lo expresa con pelos y señales: “Se puede amar a un príncipe, se puede amar a un rey, pero cuando llega el recaudador de impuestos hay que temblar”.
En la famosa piedra roseta del antiguo Egipto ya se puede leer que todos los ciudadanos habían de pagar impuestos con la única excepción de los sacerdotes y es que siempre ha habido clases privilegiadas. Y en el Nuevo Testamento vemos como se detestaba a los recaudadores de impuestos como el evangelista Mateo.
Cuando nos organizamos surgen los líderes que nos quieren gobernar y también las castas privilegiadas que se arriman al poder y a la administración correspondiente que organiza todo el tinglado. Todo ello conlleva unos gastos que el pueblo llano debe sufragar.
Y como el hombre de siempre ha sido bastante bestia y ha querido imponerse y aprovecharse del vecino robándole su pan y su mujer si se tercia se ha tenido que organizar un sistema de defensa (ejército y policía) que nos defienda y esto también acarrea un gasto enorme que hay que pagar.
Con el paso tiempo los impuestos fueron incrementándose y variando llegando a límites grotescos en la Edad Media como que los vasallos no solamente debían pagar parte de sus cosechas al señor feudal sino debían prestar sus servicios a su ejercito cuando éste lo solicitara o el llamado Derecho de Pernada donde el señor feudal tenía derecho sobre la virginidad de todas las mujeres antes de que pudieran contraer matrimonio.
La iglesia también cobraba impuestos a sus fieles, nada menos que el diez por ciento de sus productos y un impuesto en especie en forma de vino.
Los impuestos son necesarios pero cuando son excesivos en lugar de estimular la creación de riqueza hace justamente lo contrario, el inversor, el que tiene medios y dinero se retrae de realizar inversiones de riesgo (y cualquier aventura empresarial tiene sus riesgos) y por tanto el dinero (la riqueza) se retrae del proceso productivo, en otras palabras los ricos y aquellos que disponen de liquidez dejan de invertir y contribuir a la economía y esto para un país es un desastre.
Dicen que el dinero es muy miedoso y cuando los que tienen el gran capital olfatean peligro para sus inversiones como la subida excesiva de impuestos por no hablar de tendencias socialistas extremas como la expropiación o la nacionalización, llevan su dinero a lugares más tranquilos donde la presión recaudatoria sea más benevolente para sus intereses.
Es por ello que los países deben huir de políticas populistas que no hacen sino espantar el dinero y las inversiones. Tenemos ejemplo de ello en algunos países de Sudamérica donde los inversores están huyendo como si les persiguiera el diablo al no existir un pleno Estado de derecho y seguridad para las inversiones
Los gobiernos no crean riqueza, los políticos menos todavía. Los que pueden hacerlo son los ricos, los inversores, los empresarios y los emprendedores que arriesgan su dinero esperando conseguir un beneficio. A veces se les detesta pero son ellos los que tienen el dinero y la posibilidad de invertirlo y crear riqueza y empleo en un país. Espantarlos no lleva sino a la pobreza, el subdesarrollo y el atraso.
Si los impuestos son excesivos lleva a una situación en que el rico prefiere consumir más e invertir menos. La diferencia entre ricos y pobres se acentúa y los gobiernos aumentan aún más los impuestos. Esto hace que el rico piense que es más fácil y cómodo gastar su dinero que invertirlo o regalarlo al gobierno con lo que encuentra la solución llevándolo a otra parte. El resultado: menos inversiones, más desempleo, más déficit….
Para concluir, los impuestos son necesarios y todos estamos obligados a contribuir con ellos al bien común, cada uno según sus posibilidades. Ya San Pablo en la epístola a los Romanos 13:7 nos dice. “Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto, al que honra, honra”
El que se escaquea de cumplir sus obligaciones con el fisco, no solamente roba al Estado, sino que está robando a todos los demás ciudadanos que si cumplen con su obligación.
Pero esto no implica que el ciudadano no sienta la tentación de rebelarse contra el abuso y el despilfarro de los políticos y sus políticas insaciables de esquilmar el bolsillo de todos nosotros.
Impuestos altos significan menos recursos para que el ciudadano pueda consumir, ahorrar e invertir, lo que significa menos incentivos para realizar inversiones productivas, menos puestos de trabajo creados, más desempleo y por ello menos impuestos recaudados. Es un círculo vicioso que parece que algunos políticos no entienden o no quieren entender.
Como alguien dijo el dinero donde mejor está es en el bolsillo de los ciudadanos.