En la mayoría de los nuevos diseños curriculares de los MBAs de las más prestigiosas escuelas de negocios, se incluyen asignaturas que abordan la cuestión ética de la gestión directiva. Sin embargo, hasta ahora el abordaje es solo desde el punto de vista teórico.
Más allá de las innumerables explicaciones que se intentan para encontrar las causas de la actual crisis económica, la mayoría de los especialistas coinciden en afirmar que hay dos factores preponderantes: la avaricia y la irresponsabilidad. Otros especialistas afirman que a estas cuestiones hay que agregarle una suerte de incapacidad colectiva para tomar decisiones a largo plazo.
Estos análisis han hecho que las escuelas de negocios se replantearan su responsabilidad formativa en el tratamiento de los aspectos éticos relacionados con la gestión.
Sin embargo, si bien este es un primer paso, estos planteos no van más allá del análisis teórico de la cuestión ética. En las escuelas de negocios que imparten cuestiones éticas dentro de sus programas MBA, se ven claramente dos formas de abordar la situación: o bien exponen a los alumnos a las situaciones que se pueden encontrar en su carrera para que tomen las decisiones éticas adecuadas, o se centran en dilemas éticos de improbable resolución.
En el primer caso, se apunta a prevenir situaciones comprometidas desde el punto de vista ético; mientras que en el segundo caso, se centran en el análisis teórico de estas cuestiones. Pero ninguna de las dos alternativas ofrece a los futuros graduados las herramientas necesarias para actuar tomando decisiones concreta en la gestión real de una empresa, y éticamente comprometidas.
Sin embargo, algunas escuelas empiezan a reconocer esta falencia e intentan nuevos caminos para resolver este tipo de situaciones. Estas escuelas parten de la premisa de reconocer que los ejecutivos comprenden perfectamente el componente ético de las situaciones, pero a pesar de ese reconocimiento, no tienen desarrollada la capacidad para incluir ese componente en la toma de decisiones.
No se trata de enseñarle a los alumnos de un MBA qué es lo que está bien y lo que está mal; más bien se trata de desarrollar la capacidad de preguntarse quién, cuándo y qué deben hacer, pero, especialmente, cómo deben hacerlo, sobre todo cuando deben enfrentarse a otros que no están dispuestos a asumir riesgos frente a los cambios de situación.
Los nuevos diseños curriculares de los programas de MBA incluyen muchos espacios para las prácticas concretas, que permitirán que los alumnos desarrollen la capacidad de tomar decisiones complejas y en las que los valores no se encuentren ausentes.